Un costoso legado que enfrentar.
La más cruel
de las dictaduras militares del país, aquella que comenzó con el golpe de
estado del 24 de marzo de 1976, no sólo fue protagonista del peor genocidio que
sufrió el pueblo argentino, sino también fue la causante de una crisis
económica que se agudizaría con el correr de los años y produjo una de las
mayores deudas externas del Estado.
El
denominado “Proceso de Reorganización Nacional” no sólo se caracterizó por el terrorismo de Estado, la represión, la
violencia sistemática y la lucha por acabar con “los subversivos”. El régimen
militar que duraría 7 años en el poder, dejaría para los posteriores gobiernos
un legado económico muy difícil de superar
.
Para
establecer las características de la política económica del proceso, hay que
describir como se encontraba el país con el modelo previo al 24 de marzo de
1976 donde, según Mario Rapaport en “Historia Económica, Política y Social de
la Argentina” el Estado cumplía un rol central.
A partir de
la década de 1930 y luego de la gran crisis de Wall Street, el Estado instauró
un modelo intervencionista que fue variando a través de los sucesivos
gobiernos, donde era este quien manejaba las “reglas del juego” del mercado.
Además se optó por proteger la industria nacional y el sector agropecuario, con
medidas y subsidios que alentaban a estos sectores.
Si bien en
los gobiernos del General Perón la industria tuvo un gran impulso, con el
correr de los años, los adelantos tecnológicos no fueron suficientes y sólo
satisfizo el mercado interno, por lo que el sector agropecuario fue el
protagonista en las exportaciones y el generador de divisas. Además de
intervenir en el plano económico, el Estado a partir de 1945 se caracterizó por
su política pro-obrera y con gran apoyo de los sectores sindicales.
Luego de la
muerte de Juan Domingo Perón y la asunción de María Estela Martínez como
presidente en 1974, el país comenzó una etapa de recesión de su economía,
caracterizada por una gran inflación y grandes problemáticas sociales
provocadas por los enfrentamientos entre grupos armados de izquierda y de
ultraderecha, como Montoneros FAR, Ejército Revolucionario del Pueblo y la
Alianza Anticomunista Argentina.
Política económica de la última
dictadura militar.
Con el Golpe
de Estado, las Fuerzas Armadas propusieron diversas medidas de corte liberal que giraron alrededor de tres
ejes: el control de la inflación y la reducción del gasto público, reformas en
el ámbito laboral y la eliminación de las resistencias sociales por medio de la
violencia.
Para paliar
la recesión, el flamante ministro de economía Martínez de Hoz propuso combatir
los “errores” del antiguo modelo. De esta forma se congelaron los salarios que
tuvieron una caída de un %30, se eliminó el sistema de control de precios, se
incrementó el tipo de cambio y se abrió el mercado al capital de empresas
extranjeras.
Otras
medidas que tomó el gobierno militar fueron la disolución de la CGT y la
supresión del derecho a huelga. De esta manera, los trabajadores quedaron sin
respaldo y en manos del gran empresariado (de capital nacional y extranjero),
protagonistas de la política liberal del Proceso.
Con el
cambio de gobierno militar en 1981 se acentuó el proceso de recesión económica,
se privatizaron numerosas empresas que desarticularon el aparato estatal y,
principalmente, como afirma Rapoport, se adquirió una inmensa deuda como
consecuencia de la “fuga de capitales” provocadas por la “crisis del petróleo”.
Con todas
las medidas tomadas, jamás se pudo controlar la inflación ni tampoco se redujo
el gasto público, dado que por más que se recortaran los salarios y se
privatizaran empresas, la Junta Militar realizó numerosas obras de
infraestructura enmarcados con oscuros negociados con grandes empresas
constructoras.
Además del
genocidio, la última dictadura militar, dejó un legado económico
desfavorecedor, con una deuda externa en el año 1982 de 42.000 millones de
dólares (6 veces más grande que en 1976) que le costaría al país alrededor de
30 años para saldarla y, como afirma Rapaport, “esta pesada herencia nos
depararía ingratas sorpresas”.
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