Adquirida por pocos,
pagada por todos.
La deuda pública es un estigma para los argentinos y los
sucesivos gobiernos, que comenzó en la lejana década del ´20 del siglo XIX
durante la presidencia de Bernardino Rivadavia, pero que en los últimos 40 años
se acrecentó de forma estrepitosa. Parece ser que siempre que se intenta
reestructurar el pago de la deuda, siempre el país termina pagando intereses.
Los primeros en ser los grandes culpables fueron las cúpulas
militares instauradas en el gobierno desde 1976 hasta 1983. Teniendo en cuenta
que durante el gobierno de Perón y Estela Martínez, la deuda se había reducido,
en la dictadura aumentó considerablemente de u$s 7800 millones a u$s 45100
millones en un período sólo de 7 años.
Las causas fueron principalmente cuatro: la bicicleta
financiera, en donde los accionistas especulaban con el aumento de los bonos,
la deuda privada de empresarios que fue absorbida por el Estado, los intereses
y quizás la causa más cruel, la importación de armas no sólo para la guerra de
Malvinas, sino para combatir las resistencias peronistas y de izquierda.
EL legado económico que dejarían los militares a Raúl
Alfonsín, electo presidente en 1983, fue deplorable. Durante su mandato, se
buscó reestructurar el aparato estatal herido en sus cimientos por las
políticas liberales del Proceso, pero la hiperinflación le dio un golpe bajo.
En este período hasta 1990, la deuda se acrecentó unos u$s 20000 millones, casi
en su totalidad por los intereses.
Los próximos 10 años, que abarca la década del ’90, se
caracterizaron por el ausentismo del Estado de bienestar, es decir, ausencia en
materia social, la invasión de capital extranjero y el endeudamiento
excesivo. La ineficiencia del Estado fue
fruto de “una campaña ideológica, política y mediática” según lo explica B.
Neustadt en “Deuda externa Argentina”, donde agrega que en el primer mundo “las
empresas las manejan el sector privado”.
El vaciamiento estatal y las privatizaciones de empresas
públicas fueron pilares para que en la sociedad argentina creciera el
descontento con cualquier agrupación política y la causa principal de la
pérdida del trabajo para millones de personas. Entre las empresas
desnacionalizadas, se encuentra el sistema jubilatorio, que generó un aumento
de la deuda pública, ya que se dejaron de manejar u$s 54000 millones, que luego
fueron pedidos como préstamo.
Aunque parezca ilógico, estos ejemplos abundan durante la
segunda parte de la década del ’90. Negociados con empresas extranjeras y actos
de corrupción, fueron las causas por las cuales el Dr. Carlos Menem no logró la
re-reelección. La herencia en materia de deuda fue de u$s 146220 millones, un
aumento de u$s 81000 millones comparado con el gobierno de Alfonsín.
Todo explotó en el 2001. El país ingresó en default y la
debacle social se hizo presente en las calles de los puntos neurálgicos del
país. EL gobierno de De la Rúa poco pudo hacer en dos años y se anunció el no
pago de la deuda. En 2003 Néstor Kirchner asume como presidente y logró una
reprogramación del pago con distintos organismos internacionales denominado
“canje de la deuda Argentina”.
Ya en 2005, Kirchner negoció el pago total de la deuda con
el Fondo Monetario Internacional cercano a los u$s 10000 millones. Pese a los
distintos intentos, el gobierno seguía endeudado y el default del 2001 fue el
peor karma, ya que alrededor de u$s 80000 millones todavía no se habían
financiado. Argentina le debía (y debe) al Banco Internacional del Desarrollo,
al Club de París, EL Banco Mundial, sumado a la deuda con entidades privadas,
los denominados “fondos buitres” y las deudas de las provincias.
Luego de casi 50 años donde comenzó el gran incremento de la
deuda con la dictadura militar, pese a los diferentes programas de reestructuración
de la deuda durante la década “K”, se estima que la deuda actual es de unos u$s
250.000 millones. Parece confirmarse el dicho de diversos economistas y el
sentido común: “los argentinos siempre terminan pagando intereses”.
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