jueves, 21 de agosto de 2014

Rock and Roll del país.

Más de cuatro décadas de historia y un repaso de sus principales protagonistas.

Desde aquel lejano 1967 donde comenzaban las primeras expresiones del Rock and Roll nacional y también a escala mundial, este estilo musical fue utilizado como forma de protesta y rebeldía contra el poder y los diferentes gobiernos. Pasaron más de 40 años y las obras de sus fundadores siguen intactas.

A finales de la década del ’60, y en un contexto social agitado a nivel global, enmarcado por las grandes transformaciones culturales que tuvieron a los jóvenes como actores principales del Mayo francés, el nacimiento del movimiento hippie y el Cordobazo en su expresión local, nació el Rock Nacional, con el famoso triángulo conformado por Almendra, Manal y Los Gatos.

La denominada por muchos como primer canción de rock escrita en castellano, fue “La Balsa” de un curioso personaje llamado Tanguito. Según el mito que rodea a este éxito, el tema fue compuesto en el baño de “La perla de Once”, un bar de la Ciudad de Buenos Aires y luego sería un hit rotundo con alrededor de 200 mil copias vendidas con la autoría de Los Gatos.

Por su parte, Almendra, ideado por un genio que parecía provenir de otro planeta, un poeta, cantante, compositor y guitarrista llamado Luis Alberto Spinetta, fue un hito en la historia del Rock. Proveniente de una familia muy ligada al Tango, ya a los 4 años cantaba en reuniones familiares. En su juventud comenzó a militar en una agrupación peronista de izquierda que luego pasaría a llamarse Montoneros, un ejemplo del repudio del artista contra las dictaduras militares.

Esta primera generación del Rock nacional fue la que rompió con todas las estructuras. Fue la voz de jóvenes que pedían a gritos mayor libertad, en contra de los regímenes militares y los primeros en componer en idioma Castellano. En varias declaraciones, Spinetta aseguró que “ya había hecho canciones en castellano, pero me daba miedo cantarlas” y que temía que las interpretaran como “marcianas”.

Ya en la década del ’70 diversos personajes irrumpirían en el under del Rock, dando comienzo a diversas ramificaciones de este estilo. Norberto Napolitano, más conocido como “Pappo” que  ya había integrado grupos como Los Abuelos de la Nada y Los Gatos, fue el pionero de la corriente más pesada del Rock y el Heavy Metal. Luego de conformar Pappo`s Blues y viajar por el mundo, compartió escenario con grandes figuras del rock y el blues, como B.B. King, Jhon Bomhan (Led Zeppelin) y Lemmy Kilmister (Motorhead).

Otro estilo fue el protagonizado por Sui Generis, con Charly García y Nito Mestre como alma del conjunto. Sus canciones fueron las primeras en cantarse en los fogones de los campamentos de jóvenes y en las reuniones de estudiantes. La música de Charly era “suave y dulce” según lo afirma Javier Martínez de Manal pero con unas letras “con fuerza y de protesta”, que más tarde serían reflejadas en Serú Girán, su segundo conjunto.

No se puede olvidar a Vox Dei, que comenzó en 1967 con Willy Quiroga y Ricardo Soulé a la cabeza, que en la actualidad sigue en actividad. Luego de 47 años en los escenarios, el trío es la única banda de ese primer Rock Nacional que sigue en pie y, si bien con modificaciones en su formación, es acompañada por tres generaciones.

Durante la última dictadura militar, la censura y la represión también llegaron a los conjuntos y a sus seguidores. Según el público “las razias policiales eran moneda corriente” y los conjuntos debían escribir sus letras en doble sentido o simplemente exiliarse del país. De esta forma, artistas como León Gieco, Charly García y Pappo, entre otros, optaron por tocar su música en el exterior.
   
Canciones como “A donde está la libertad” de Pappo’s Blues fueron una protesta más directa mientras que otros músicos criticaban al gobierno militar ingeniosamente. “Libertad era un asunto mal manejado por tres” o “la persona que amas puede desaparecer” eran los artilugios de los artistas para expresar su bronca con el Proceso de Reestructuración Nacional.

Ya en los ’80, surgieron grandes bandas que a diferencia de las anteriores se caracterizaban por la masividad de sus seguidores y las presentaciones en grandes estadios. Los Redondos ideado por Carlos “Indio” Solari y Eduardo “Skay” Beilinson fue pasión de multitudes hasta fines de la década del ’90 al igual que Soda Stereo. Otros estilos surgieron, como el Heavy Metal con Ricardo Iorio y los V8 o el Punk Rock con Los Violadores y Flema.

En los comienzos de 1990 dos grandes conjuntos continuaron estas características, seguidos por miles de fanáticos a lo largo y ancho del país y caracterizados por la autogestión, sin depender de las empresas discográficas. La Renga y Los Piojos fueron artífices de estadios colmados, plagados de banderas como si fueran un club de Fútbol.


En la actualidad, luego de 40 años, muchos artistas continúan arriba del escenario seguidos por su público fiel y el público nuevo. Otros ya no están, pero dejaron su legado y los nuevos conjuntos son los que llevarán la bandera de aquellos que dejaron una huella, porque como lo expresa Gustavo “Chizzo” Nápoli de La Renga “el Rock and Roll no morirá jamás”. 

Por Gabriel San Martin

Deuda externa.

Adquirida por pocos, pagada por todos.

La deuda pública es un estigma para los argentinos y los sucesivos gobiernos, que comenzó en la lejana década del ´20 del siglo XIX durante la presidencia de Bernardino Rivadavia, pero que en los últimos 40 años se acrecentó de forma estrepitosa. Parece ser que siempre que se intenta reestructurar el pago de la deuda, siempre el país termina pagando intereses.

Los primeros en ser los grandes culpables fueron las cúpulas militares instauradas en el gobierno desde 1976 hasta 1983. Teniendo en cuenta que durante el gobierno de Perón y Estela Martínez, la deuda se había reducido, en la dictadura aumentó considerablemente de u$s 7800 millones a u$s 45100 millones en un período sólo de 7 años.

Las causas fueron principalmente cuatro: la bicicleta financiera, en donde los accionistas especulaban con el aumento de los bonos, la deuda privada de empresarios que fue absorbida por el Estado, los intereses y quizás la causa más cruel, la importación de armas no sólo para la guerra de Malvinas, sino para combatir las resistencias peronistas y de izquierda.

EL legado económico que dejarían los militares a Raúl Alfonsín, electo presidente en 1983, fue deplorable. Durante su mandato, se buscó reestructurar el aparato estatal herido en sus cimientos por las políticas liberales del Proceso, pero la hiperinflación le dio un golpe bajo. En este período hasta 1990, la deuda se acrecentó unos u$s 20000 millones, casi en su totalidad por los intereses.

Los próximos 10 años, que abarca la década del ’90, se caracterizaron por el ausentismo del Estado de bienestar, es decir, ausencia en materia social, la invasión de capital extranjero y el endeudamiento excesivo.  La ineficiencia del Estado fue fruto de “una campaña ideológica, política y mediática” según lo explica B. Neustadt en “Deuda externa Argentina”, donde agrega que en el primer mundo “las empresas las manejan el sector privado”.

El vaciamiento estatal y las privatizaciones de empresas públicas fueron pilares para que en la sociedad argentina creciera el descontento con cualquier agrupación política y la causa principal de la pérdida del trabajo para millones de personas. Entre las empresas desnacionalizadas, se encuentra el sistema jubilatorio, que generó un aumento de la deuda pública, ya que se dejaron de manejar u$s 54000 millones, que luego fueron pedidos como préstamo.

Aunque parezca ilógico, estos ejemplos abundan durante la segunda parte de la década del ’90. Negociados con empresas extranjeras y actos de corrupción, fueron las causas por las cuales el Dr. Carlos Menem no logró la re-reelección. La herencia en materia de deuda fue de u$s 146220 millones, un aumento de u$s 81000 millones comparado con el gobierno de Alfonsín.

Todo explotó en el 2001. El país ingresó en default y la debacle social se hizo presente en las calles de los puntos neurálgicos del país. EL gobierno de De la Rúa poco pudo hacer en dos años y se anunció el no pago de la deuda. En 2003 Néstor Kirchner asume como presidente y logró una reprogramación del pago con distintos organismos internacionales denominado “canje de la deuda Argentina”.

Ya en 2005, Kirchner negoció el pago total de la deuda con el Fondo Monetario Internacional cercano a los u$s 10000 millones. Pese a los distintos intentos, el gobierno seguía endeudado y el default del 2001 fue el peor karma, ya que alrededor de u$s 80000 millones todavía no se habían financiado. Argentina le debía (y debe) al Banco Internacional del Desarrollo, al Club de París, EL Banco Mundial, sumado a la deuda con entidades privadas, los denominados “fondos buitres” y las deudas de las provincias.


Luego de casi 50 años donde comenzó el gran incremento de la deuda con la dictadura militar, pese a los diferentes programas de reestructuración de la deuda durante la década “K”, se estima que la deuda actual es de unos u$s 250.000 millones. Parece confirmarse el dicho de diversos economistas y el sentido común: “los argentinos siempre terminan pagando intereses”. 

Mayo Francés.

Fracaso para algunos, victoria para otros.

La rebelión ocurrida en mayo de 1968 protagonizada por miles de estudiantes y obreros de toda Francia, fue un hito en la historia no sólo de un país o un continente, sino también a nivel global. Apoyada por importantes intelectuales de gran trayectoria, avecinó las grandes problemáticas que afronta el mundo en el siglo XXI y trajo consecuencias que en esos tiempos fueron imperceptibles.

El movimiento planteó cambios profundos en las costumbres y en las ideas, cuestionó casi la totalidad de los sistemas políticos y de gobierno, como el capitalismo, el Stalinismo y el fascismo. Si bien no había consignas claras de lo que se quería para la Francia gobernada por el héroe de guerra, el General Charles De Gaulle, sin lugar a dudas, el gran acontecimiento fue el florecimiento de un sector social que antes se encontraba pasivo: los jóvenes.

Entre los principales  antecedentes del Mayo francés, que también tuvieron como actor principal a la juventud  y a su vez se dieron en forma simultánea, se encuentra el movimiento hippie iniciado en los Estados Unidos, nacido como señal de protesta a la participación de la potencia americana en los conflictos bélicos de Vietnam. A su vez, en Latinoamérica se conformaba el germen de las revoluciones de izquierda en casi toda la región, heridas por el asesinato de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia en 1967.
    
La Semana Rabiosa.

La revolución tuvo sus inicios en las aulas y el anfiteatro de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Nanterre cuando los estudiantes decidieron organizar una marcha en repudio de la represión y posterior detención, que habían sufrido líderes estudiantiles alemanes en el Barrio Latino, entro los que se encontraba Rudi Dutschke y Daniel Cohn-Bendit, dos referentes de las agrupaciones de jóvenes.

La semana rabiosa comenzó el 3 de mayo y duró hasta el 15. A los estudiantes se les unieron, en un principio, diversas agrupaciones de izquierda y buscaron el apoyo de los obreros de las fábricas, lo cual despertó el interés de las cúpulas sindicales. Tres días después, 600 mil jóvenes  de las universidades de todo el país entraron a la huelga general. 

Las diversas manifestaciones fueron duramente reprimidas por la policía militar, especialmente en el Barrio Latino, donde los huelguistas organizaron barricadas en los principales accesos del lugar para no permitir el ingreso de las fuerzas de seguridad. Ya para el 8 de mayo, la situación se volvió difícil para De Gaulle, ya que los estudiantes consiguieron el apoyo de los obreros.

Sumado a la adhesión de importantes intelectuales como Jean Paul Sartre y Jacques Monod, la huelga derivó en más de 10 millones de trabajadores en paro y 1 millón de personas desfilando por las calles con pancartas con lemas que quedarían grabados por siempre. “El aburrimiento es contrarevolucionario”, “No le pongas parches, la estructura está podrida”, fueron los slogans elegidos por los jóvenes al grito de “gobierno popular” o “De Gaulle asesino”.  

¿Fracaso o triunfo?

Luego de la rebelión juvenil, se llamó a elecciones y el triunfador fue el socialdemócrata François Miterrand, pero los sueños de los revolucionarios no iban a ser cumplidos. Técnicamente, el Mayo Francés, fracasó ¿Por qué? Porque no existió una conducción política. Pero fue el comienzo de un cambio de ideas y un cambio en las sociedades de todo el mundo,  dado que su legado fue retomado por jóvenes de distintas regiones.

Sin dudas, esos millones de estudiantes y obreros que salieron a la calle en reclamo de mayor libertad, fueron calcados por la juventud en China con la Revolución Cultural, en Europa del Este con la Primavera de Praga y también en Argentina, cuando un año más tarde explotaba el Cordobazo bajo el lema de “obreros y estudiantes, unidos y adelante”.


Quizás, las consecuencias de este hito histórico, se pueden observar con mayor nitidez en el siglo XXI y algunos delos reclamos de aquellos rebeldes, se transformaron en realidad. Los gritos que pedían por la liberación femenina, la igualdad de género, la defensa de la ecología y el medio ambiente, el cambio en las costumbres de la sociedad civil, entre otros, son pilares de las vanguardias de hoy.  

jueves, 26 de junio de 2014

Política, guerra y héroes.

Una herida difícil de sanar.


Las causas de la denominada Guerra del Atlántico Sur en 1982 están enmarcadas por un claro aprovechamiento político de los bandos que se enfrentaron. Para Inglaterra, el conflicto sirvió para apaciguar el descontento social  contra la figura de Margaret Thatcher, mientras que para la cúpula militar instalada en el gobierno argentino desde 1976, la ocupación de las Islas Malvinas serviría para devolverle el poder que fue perdiendo poco a poco.

Dentro del contexto político argentino, el presidente Leopoldo Galtieri planeó la ocupación de las islas cuando recién había asumido en sus cargos, para intentar calmar los ánimos de un pueblo que había empezado a revelarse contra la autoridad militar. Un claro ejemplo, fueron las primeras movilizaciones  en la Ciudad de Buenos Aires de trabajadores y sindicatos que fueron duramente reprimidas.

Pese a los numerosos intentos a lo largo de la historia de reivindicar la soberanía argentina sobre el archipiélago del Atlántico Sur, desde los gobiernos británicos siempre se buscó truncar los diálogos diplomáticos a pesar del apoyo de la ONU para con los reclamos argentinos. La excusa justa para que la junta militar mostrara su mejor carta: la unión nacional sobre un objetivo simbólico, la reconquista de las islas.

 Si bien parecía estar dada por hecho la supremacía armamentista del Reino Unido, para el gobierno argentino la ocupación de las Malvinas no era una idea descabellada, dado que Inglaterra presentaba un pésimo presupuesto militar y se había establecido una aceptable relación con EE.UU y las principales potencias europeas.

Luego de comenzada la invasión argentina el 2 de abril al Puerto Stanley, del otro lado del Atlántico, según lo afirma el historiador francés Pierre Razoux en su texto “La guerra de las Malvinas”, desde el Ministerio de Defensa catalogaron de “casi imposible” una expedición militar a 15 mil km de distancia y que un “desastroso fracaso” pondría en jaque el prestigio del imperio y a la figura de Margaret Thatcher.

 Sin hacerle caso a las recomendaciones del Ministerio, la primer ministro aprovechó la ocupación de las islas para poner a Gran Bretaña devuelta en su lugar de potencia mundial, impulsar la industria armamentista y tratar de controlar los reclamos de la oposición y del pueblo. Con el repudio de la ONU ante el ataque de los argentinos, Thatcher “en legítima defensa” comenzó a preparar el contrataque.

 El conflicto armado duraría dos meses y medio hasta el 14 de junio de 1982 cuando el general argentino Menéndez firmó la rendición y, según las estadísticas oficiales, el saldo de muertos fue de 746 argentinos y 265 británicos. A pesar de obtener la victoria, Thatcher fue duramente criticada hasta finalizar su mandato por sus políticas neoliberales y para el gobierno argentino comenzaría un largo período de mentiras para salvar la reputación de la junta militar: el “proceso de desmalvinización”.

Este proceso consistió en desmerecer el accionar de los soldados argentinos, culpándolos por el resultado de la guerra, despojándolos de su heroísmo y obligándolos a un profundo silencio, con el objetivo de restablecer las relaciones con las potencias, incluso Inglaterra. Con el correr de los años, los veteranos de Malvinas lograron obtener ayuda del Estado y pudieron contar los horrores que vivieron.


En palabras de Fernando Cangiano, veterano de guerra y actual profesor de la UBA, el “soldado fue arrojado a una zona de invisibilidad social en tanto sujeto con identidad propia y con un mensaje para transmitir” pero que, en paralelo, este ocultamiento “constituyó un poderoso impulso para la formación de las primeras organizaciones de ex combatientes”. Luego de 32 años de la dolorosa guerra, una pertinente pregunta busca una respuesta, ¿Tienen los héroes de Malvinas el reconocimiento social que se merecen?



Víctimas del vaciamiento.

Un costoso legado que enfrentar.



La más cruel de las dictaduras militares del país, aquella que comenzó con el golpe de estado del 24 de marzo de 1976, no sólo fue protagonista del peor genocidio que sufrió el pueblo argentino, sino también fue la causante de una crisis económica que se agudizaría con el correr de los años y produjo una de las mayores deudas externas del Estado.

El denominado “Proceso de Reorganización Nacional” no sólo se caracterizó  por el terrorismo de Estado, la represión, la violencia sistemática y la lucha por acabar con “los subversivos”. El régimen militar que duraría 7 años en el poder, dejaría para los posteriores gobiernos un legado económico muy difícil de superar
.
Para establecer las características de la política económica del proceso, hay que describir como se encontraba el país con el modelo previo al 24 de marzo de 1976 donde, según Mario Rapaport en “Historia Económica, Política y Social de la Argentina” el Estado cumplía un rol central.

A partir de la década de 1930 y luego de la gran crisis de Wall Street, el Estado instauró un modelo intervencionista que fue variando a través de los sucesivos gobiernos, donde era este quien manejaba las “reglas del juego” del mercado. Además se optó por proteger la industria nacional y el sector agropecuario, con medidas y subsidios que alentaban a estos sectores.

Si bien en los gobiernos del General Perón la industria tuvo un gran impulso, con el correr de los años, los adelantos tecnológicos no fueron suficientes y sólo satisfizo el mercado interno, por lo que el sector agropecuario fue el protagonista en las exportaciones y el generador de divisas. Además de intervenir en el plano económico, el Estado a partir de 1945 se caracterizó por su política pro-obrera y con gran apoyo de los sectores sindicales.

Luego de la muerte de Juan Domingo Perón y la asunción de María Estela Martínez como presidente en 1974, el país comenzó una etapa de recesión de su economía, caracterizada por una gran inflación y grandes problemáticas sociales provocadas por los enfrentamientos entre grupos armados de izquierda y de ultraderecha, como Montoneros FAR, Ejército Revolucionario del Pueblo y la Alianza Anticomunista Argentina.

Política económica de la última dictadura militar.

Con el Golpe de Estado, las Fuerzas Armadas propusieron diversas medidas  de corte liberal que giraron alrededor de tres ejes: el control de la inflación y la reducción del gasto público, reformas en el ámbito laboral y la eliminación de las resistencias sociales por medio de la violencia.

Para paliar la recesión, el flamante ministro de economía Martínez de Hoz propuso combatir los “errores” del antiguo modelo. De esta forma se congelaron los salarios que tuvieron una caída de un %30, se eliminó el sistema de control de precios, se incrementó el tipo de cambio y se abrió el mercado al capital de empresas extranjeras.

Otras medidas que tomó el gobierno militar fueron la disolución de la CGT y la supresión del derecho a huelga. De esta manera, los trabajadores quedaron sin respaldo y en manos del gran empresariado (de capital nacional y extranjero), protagonistas de la política liberal del Proceso.

Con el cambio de gobierno militar en 1981 se acentuó el proceso de recesión económica, se privatizaron numerosas empresas que desarticularon el aparato estatal y, principalmente, como afirma Rapoport, se adquirió una inmensa deuda como consecuencia de la “fuga de capitales” provocadas por la “crisis del petróleo”.

Con todas las medidas tomadas, jamás se pudo controlar la inflación ni tampoco se redujo el gasto público, dado que por más que se recortaran los salarios y se privatizaran empresas, la Junta Militar realizó numerosas obras de infraestructura enmarcados con oscuros negociados con grandes empresas constructoras.


Además del genocidio, la última dictadura militar, dejó un legado económico desfavorecedor, con una deuda externa en el año 1982 de 42.000 millones de dólares (6 veces más grande que en 1976) que le costaría al país alrededor de 30 años para saldarla y, como afirma Rapaport, “esta pesada herencia nos depararía ingratas sorpresas”.





martes, 3 de junio de 2014

Imperios de comunicación.

Su conformación y la posibilidad de ponerles un freno.



Las políticas neoliberales ejercidas por el gobierno de Carlos Menem durante sus dos presidencias que abarcaron casi la totalidad de la década de 1990, produjeron la conformación de grandes empresas multimediáticas que atentan contra la pluralidad informativa y la formación de la opinión pública, las cuales la llamada Nueva Ley de Medios busca desconcentrar.

Enmarcado en un contexto social y económico grave, Menem asumió la presidencia de la Nación en el año 1989 y propuso mediante decretos presidenciales, dos medidas que marcarían el rumbo del país, la Ley de Emergencia Económica y la modificación de la Ley de Radiodifusión sancionada en 1980 por el gobierno de facto.

Las medidas anunciadas por el menemismo trajeron como consecuencia la desarticulación del aparato estatal mediante privatizaciones, que en su mayoría pasaron a manos de capitales extranjeros  y la conformación de grandes grupos empresariales en el área de telecomunicaciones y medios de comunicación.

Según afirma Jorge Castro en su texto “Panorama sobre la concentración de medios de comunicación en la Argentina”, existen “dos casos testigos” que explican el surgimiento de estos conglomerados empresariales que fueron desarrollándose a lo largo de la década del ´90: el Grupo Clarín entre 1989 y 1994 y CEI-Telefónica en el período 1995-1999.  

El por qué de este fenómeno de concentración mediática, se puede encontrar en los cambios que produjeron las medidas antes mencionadas en la regulación de las empresas de comunicación. Un ejemplo de ello, fue el decreto que les otorgó a las empresas y/o personas la capacidad de obtener 24 licencias, cuando antes eran 4.  

Una década después y sin el Dr. Carlos Menem a cargo de la presidencia, se terminaron de conformar en el país imperios de comunicación pero enmarcados en un contexto mundial que los avalaba. El proceso de convergencia de distintas áreas de la comunicación y los avances tecnológicos, permitieron a los grupos empresariales acaparar nuevas fronteras antes impensadas.

Castro afirma que “el grupo Clarín es considerado como el grupo de comunicaciones más importante del Cono Sur de América Latina” y está conformado por una gran cantidad de empresas de distintas áreas, tanto en periodismo gráfico con el diario Clarín y Olé, la agencia DyN, canales de televisión (canal 13, TN, Volver y Magazzine), eventos deportivos con T y C y televisión por cable, entre otras.

Frente a la concentración mediática y 20 años después de los decretos impuestos por el menemismo, en octubre de 2009 se promulgó la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual que intentó e intenta poner un freno al monopolio en los medios de comunicación.

La Nueva Ley de Medios, posibilita obtener licencias mediante concurso público al Estado, a empresas y/o personas con fines de lucro, y también a universidades, pueblos originarios y la Iglesia Católica pero estos últimos de manera directa. A su vez, regula la cantidad de las mismas para evitar la concentración mediática a nivel nacional y local.


La ley 26.522 que reemplazó a la vieja Ley de Radiodifusión sancionada en la peor de las dictaduras militares, si bien con 29 años de retraso y muchos aspectos por mejorar, además de hacer valer su aplicación, intenta, como lo aclara el artículo 45 que “con el fin de garantizar los principios de diversidad, pluralidad y respeto por lo local, se establecen limitaciones a la concentración de licencias”. 

Fuentes:



jueves, 15 de mayo de 2014

El peronismo y la lealtad.



El despertar de una clase. 



El 17 de octubre de 1945 es recordado como un hito histórico de nuestro país, donde miles de personas se congregaron en la Plaza de Mayo para pedir la restitución de Juan Domingo Perón que había sido apresado cuatro días antes por el Ejecutivo Nacional. Entre distintas posturas sobre esto hecho, parece encontrarse una certeza, el despegue de una clase social hasta ese entonces excluida: la clase obrera
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Perón, secretario de trabajo y previsión y vicepresidente hasta la fecha de la gran movilización, comenzó a solucionar algunos viejos reclamos de los trabajadores argentinos y forjó pequeñas alianzas con dirigentes sindicales. La política pro-obrera del vicepresidente y su poder político acrecentado, provocó un recelo en sus colegas militares que decidieron destituirlo de sus cargos y apresarlo en la isla Martin García.

Mientras el Coronel Perón era separado de la agenda política del momento, varios dirigentes sindicales de la industria de la carne comenzaron a idear la huelga y posterior movilización hacia Plaza de Mayo y  la Ciudad de La Plata, para pedir la restitución del vicepresidente.

Según detalla el periodista inglés Daniel James en “17 y 18 de Octubre de 1945: El peronismo, la protesta de masas y la clase obrera argentina”, en las primeras horas del 17 de octubre, los trabajadores de los frigoríficos y de fábricas textiles de Berisso, organizaron cortes en los accesos de esa ciudad, donde se les sumaron obreros de la construcción, ferroviarios y portuarios.

Para la tarde, grandes columnas de trabajadores, hombres y mujeres de todas las edades, se dirigieron hacia la Casa de Gobierno y la Ciudad de La Plata. No existen cifras exactas sobre la cantidad de personas que acudieron a pedir la restitución de Perón, pero algunas fuentes aseguran que el número de personas ascendía a 300 mil e incluso 500 mil.

Alrededor de las 23 horas del día 17 de octubre, Juan Perón  se asomó por unos de los balcones y se dirigió hacia la multitud, para luego pedirles a sus colegas militares que se llame a elecciones las cuales ganó con amplitud. Este hecho demostró que el futuro peronismo tendría el apoyo de los sectores más bajos de la sociedad argentina.

Daniel James muestra en su obra como vivió la clase obrera ese día, a través de varias entrevistas a protagonistas y la revisión de notas de los periódicos de la época. Según el autor,  los testimonios evidenciaban que los trabajadores se paseaban con “atuendos carnavalescos”, al compás de “grandes bombos”  y en busca de “transgredir las instituciones”.


 El periodista designa este comportamiento como “iconoclasia laica” que significa “la destrucción pública y deliberada de los símbolos sagrados con el propósito de suprimir  toda lealtad a la institución que los utiliza”. Es así como James intenta explicar porqué en las manifestaciones de La Plata, los trabajadores recurrieron a la violencia contra ciertas instituciones como lo fueron medios, la Universidad, clubes y joyerías.

Diversos autores, sociólogos, politólogos e intelectuales, trataron de explicar el movimiento obrero que ocasionó el retorno de Juan Domingo Perón con posturas a favor y en contra. Algunos aseguran que fue la nueva clase obrera, proveniente del interior las que le dieron el mayor apoyo al coronel y otros prefieren inclinarse por los sectores sindicales.


Sin dudas, el 17 de octubre de 1945 fue la eclosión de una nueva clase obrera, que se encontraba hasta ese entonces sesgada y que encontró en Perón a un gran líder. Citando a Ernesto Sábato en Tres Revoluciones, “la gente se mueve por ideas y por ideales, por odio o por amor” y fue el Juan Domingo el “que había sabido despertar su amor”.  

Por: Gabriel San Martín. 

Fuente principal: James, Daniel, "17 y 18 de octubre de 1945: El peronismo, la protesta de masas y la clase obrera argentina". Publicado en Desarrollo Ecónomico, 1987.  




Nota: El último Link es sólo para descargar el Ensayo de Daniel James.